CAMINANDO ENTRE HISTORIAS: JESÚS Y TERE

40 años de historias 
La historia del Colegio es la historia de todas las personas que lo han formado. Algunos han pasado más de la mitad de su vida en este proyecto, e inauguramos sección para conseguir conocerlos de una manera más cercana. Nos proponemos pasear con ellos durante un par de horas por el colegio para que nos cuenten todo lo que han vivido a lo largo de este tiempo con respecto al Colegio y con respecto a sí mismos. 

Tras más 40 años dando clase en el Amorós, Tere Bausela y Jesús Blanco son en sí mismos historia del Colegio. Han visto al colegio crecer y transformarse en lo que es ahora desde los dos pequeños pabellones que ambos recuerdan. «Antes el comedor no existía, y los pocos alumnos que se quedaban a comer eran llevados al Bar Aleix, al otro lado de la calle Gómez de Arteche», cuenta un Jesús que presume de haberse bañado en el estanque junto al Palacete. «Pero antes estaba más limpio» aclara. Si para Jesús, 41 años dando clase entre estas paredes (y varios años más como alumno previamente), el colegio es su vida, Tere no se queda corta. «A mí me vais a decir, que conocí a mi marido aquí». Ambos han tenido familia, que, por supuesto, fue al Amorós. 

En más de cuarenta años han cambiado muchas cosas. «Si nos llegan a decir que antes de empezar las clases encenderíamos el ordenador para pasar lista, no nos lo habríamos creído», cuenta Jesús. «Fue difícil adaptarse, pero ha sido un cambio positivo. La primera vez que nos pusieron una pizarra digital dije “huy, qué hago”», nos cuenta una Tere que ha dado clase tanto en Infantil como en Primaria. Ambos son conscientes de que la irrupción de las nuevas tecnologías en clase ha sido algo positivo, pero ven la necesidad de emplearla con matices y limitaciones. Tere valora especialmente lo útil que es poder tener proyectado el libro para seguir las actividades que se están haciendo en clase, pero no duda: «A los niños nada les gusta más que escucharte contando un cuento. Por supuesto que les atrae el color, pero es distinto». 

Tere, Jesús y Marcos en animada charla en la pradera.
Pero este último paso, el de la tecnología, les ha supuesto solo un momento de cambio más dentro de una profesión de constante cambio: se ríen recordando las carpetas que ambos guardan con la infinitud de títulos que tienen de los distintos cursillos que han ido haciendo en este tiempo. Se acuerda Jesús de que, en su día, cuando empezó a ser un colegio mixto, tuvieron que prepararse para ello los sábados por la mañana y hacer cursos especiales. Tere se alegra de que hoy en día se pueda ver a chicas jugando al fútbol y a chicos hablando con chicas tranquilamente. «Es muy enriquecedor para ellos que abandonemos la imagen de la chica sensible y el chico fuerte y que no llora». La sociedad ha cambiado, y el colegio con ellos. Jesús recuerda que antes eso era impensable: las chicas jugaban a la comba mientras los chicos al fútbol. Hoy en día, el colegio sigue avanzando junto a la sociedad. Visitamos con ellos el aula verde, que sirve de apoyo a los alumnos con TEA y fomenta su inclusión. Los alumnos saludan a Tere con un beso y nos enseñan una canción que han aprendido a tocar.

Nuestro paseo prosigue hacia las canchas rojas y, a mitad de este, comienza el recreo de primaria, y no dejamos de encontrarnos estudiantes que saludan -algunos muy tímidamente- a sus profesores. Estos siempre devuelven el saludo y se acuerdan de todos los nombresPaseamos por el entorno de las pistas (donde hoy hay multitud de actividades para que los chicos se puedan entretener), pero hay cosas que no cambian: el final del recreo. Los alumnos tienen que volver a clase. Esta vez se les ha indicado a voces, porque se nos ha olvidado el silbato.

«El Amorós siempre ha sido parte del barrio, un servicio» nos dice Tere, que recuerda cómo solía venir gente de todo el barrio, por ejemplo, a comprar flores. «En su día este era un barrio joven, y eso se notaba». La actividad del Amorós como centro neurálgico del barrio nunca ha tenido comparación: de la antigua piscina del Amorós a los múltiples equipos deportivos hoy, que acogen sin dudarlo a jóvenes de otros colegios. Y, por supuesto, la Parroquia, lugar de encuentro para todos los creyentes.

Los cuarenta años de docencia que contemplan a ambos los han hecho testigos del cambio más grande de todos: el de la sociedad en este tiempo. Las familias han cambiado. Ahora es normal que ambos padres trabajen, lo que favorece que prácticamente todos los alumnos se queden en el comedor. Jesús nos recuerda que, tras el Bar Aleix, el comedor estuvo situado en el sótano del salón de actos. Los niños también han cambiado. «Ahora quieren más ser escuchados, valoran que estés ahí para oírlos» añade Tere, que valora precisamente eso. «A lo que más me han enseñado estos cuarenta años ha sido a escuchar».

Ambos reconocen que los tiempos han cambiado. «Antes, cuando el profesor llegaba, había un absoluto silencio». Ahora, el profesor debe mandar callar. La actitud de los alumnos en la clase es diferente, sin duda. Son conscientes del cambio, y ellos han cambiado a la vez. A Jesús (al cual se hace extremadamente extraño no llamarlo con un don), en su día, se le trataba de usted. Tere, que siempre fue la seño, nos guía para bajar las escaleras que conducen al lab de Primaria, en el que se nos enseña cómo los alumnos trabajan con iPads, así como el futuro estudio de radio que allí se llevará a cabo. 

Tere y Jesús contemplan
el Muro de la Solidaridad
El primer proyecto del Proyecto Ayuda coincidió con el primer año como docente de Tere. Delante del Muro de la solidaridad nos cuenta que es muy edificante que exista, pues muestra que el proyecto Marianista va más allá de las aulas. «Aunque alguien no sea practicante, los valores del Proyecto Marianista de compañerismo y solidaridad los va a tener». Jesús señala con especial cariño el proyecto 35, de La Chanca; así como el de Iringa. Se construyeron un Banco de Alimentos y un centro de atención sanitaria muy básicos. «Sin ello se morían», recuerda con cierta satisfacción. El Proyecto Ayuda ya va por los 40 proyectos .

Ninguno duda de que dar clase en el Amorós es algo distinto: «Si hubiéramos enseñado en otro cole, habría sido diferente». La influencia marianista muy marcadamente sirve para modelar un proyecto educativo basado en valores: «Por eso damos clase ahora a los hijos de los que fueron en su día nuestros alumnos». «Una niña me dijo —cuenta Jesús— que su madre le había dicho que me preguntara quién se portaba mejor de las dos en clase». El hecho de que muchos profesores sean antiguos alumnos, como el propio Jesús, fomenta el espíritu de comunidad y de Proyecto Marianista del Colegio. 

Cuarenta años dan también para momentos malos. Los niños diabéticos le han supuesto más de un susto a Tere, que cuenta con cierta tensión cómo es capaz de darse cuenta de que un alumno diabético tiene el azúcar fuera de nivel por su comportamiento. Jesús cuenta que, como profesor de kárate, un alumno se dio un golpe que le hizo estar a punto de tragarse la lengua, y la angustia que sintió abriéndole la boca para sacársela. Tenía miedo de lo que los padres le pudieran decir luego, pero estos le estuvieron muy agradecidos. Los niños pasan tanto tiempo aquí que acabamos siendo su familia. En una excursión a la granja escuela, de 28 alumnos que Tere se llevó, 14 tenían alguna medicación. Por la mañana era «tú, pastilla antes de levantarte; tú, tras el desayuno; tú, a las tres horas…». 

Ambos han sido testigos del crecimiento del colegio. Jesús recuerda cuando se puso la primera piedra de los hoy pabellones de primaria, y nos cuenta que los primeros viales se hicieron para unas olimpiadas marianistas. Hoy el colegio tiene huerto, canchas, polideportivo… y un colosal campo de fútbol. «Dan ganas de saltar a jugar» dicen ambos. Ellos recuerdan por zonas cercanas a este, tiempo atrás, gallinas correteando: «los frailes vivían de ello». Los dos llaman por sistema al ahora pabellón de secundaria y bachillerato escolasticado, en referencia a su antiguo uso. Jesús recuerda dónde estaba el comedor en él, y ciertas trastadas hechas en su juventud. Tere incluso recuerda que la Parroquia de Santa María Madre de la Iglesia no siempre existió, y que antes se usaba la capilla como tal.



Al final de la visita nos encontramos con Pedro Rodríguez, quien fuera profesor durante 37 años. En medio de una distendida conversación con él sale una frase que resume la esencia de nuestro paseo con Jesús y Tere. La docencia es lo mejor del mundo. Cómo los conoce. Nuestra visita concluye a los pies del padre Chaminade. Nadie mejor para pedirle que a dos enormes maestros les vaya tan bien como se merecen.

Marcos Payo. Antiguo Alumno.


De izquierda a derecha: Jesús Blanco, Tere Bausela y Marcos Payo.


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