CAMINANDO ENTRE HISTORIAS: JESÚS FERNÁNDEZ
La historia del Colegio es la historia de todas las personas que lo han
formado. Algunos han pasado más de la mitad de su vida en este proyecto, y esta
sección pretende conseguir conocerlos de una manera más cercana. Nos proponemos
pasear con ellos durante un par de horas por el colegio para que nos cuenten
todo lo que han vivido a lo largo de este tiempo con respecto al Colegio.
Si
el proyecto educativo marianista necesitara tener cara, probablemente su rostro
sería el de Jesús Fernández Liébana. Como director del Colegio Amorós
durante nueve años (1986-1995), puede dar cuenta de multitud de anécdotas y
hechos vividos en nuestro centro y, aprovechando las Olimpiadas, ha querido
venir para caminar con nosotros.
Jesús
Fernández (Guardo, Palencia, 1941) es el paradigma de una vida ligada a la
Comunidad Marianista. Desde que en 1953 acudiera a la casa de formación
marianista de Valladolid, su vida ha sido la de un trotamundos dentro de
las muchas ubicaciones en las que se hallan presentes los marianistas. Así
pues, cuatro años después puso rumbo a Gredos, donde realizaría el noviciado;
para pisar el Colegio Amorós por primera vez en 1958, donde se formaría. A
partir de aquí, sus viajes se multiplican: estará un año en el Santa
María del Pilar; volverá a Valladolid entre 1963 y 1967 y aprovechará el curso
1967-1968 para acabar la carrera en el CMU Chaminade
para, desde ahí, acudir a los colegios de Cádiz (1968-1975) y Jerez
(1977-1986). Jesús volvió a Madrid en 1986.
Claustro de profesores Secundaria-Bachillerato Cincuentenario Colegio Amorós 1993 |
En
esa fecha, por tanto, Jesús Fernández Liébana y el Colegio Amorós cruzaron sus
caminos. Cuando retorna Jesús, se pone en marcha un cambio marcado por la
renovación. Más allá de los innumerables tecnicismos propios de una época en la
que entra en vigor la LODE y el sistema de los conciertos, que afecta
directamente al Colegio, Jesús recuerda que varios de los profesores que hoy
siguen en el Colegio llegan en ese momento al colegio.
El
grado de memoria de Jesús es superlativo. No solo recuerda con certeza y sin
dudar multitud de nombres, fechas, datos y lugares; sino que también es
capaz de recordar las distintas fases por las que ha ido pasando el Colegio
Amorós. Tras recordar el antiguo campo de fútbol donde hoy se encuentran las
canchas rojas, llegamos a un árbol —en la imagen— que recuerda desde joven. En
algunas cosas el tiempo no pasa.
Jesús
Fernández tiene dentro de sí el espíritu de un deportista que sale a la luz al
ver cómo habla de las Olimpiadas Marianistas. Con un bagaje tan amplio a sus
espaldas, ha vivido las Olimpiadas desde multitud de perspectivas.
Destaca significativamente cómo sigue hablando en primera persona de los que
«nos ganaban».
Su
trayectoria dentro de la comunidad marianista le permite conocer los entresijos
de la historia de este evento. Mientras recorremos el Colegio entre partidos de
fútbol, baloncesto y voleibol, Jesús recuerda el gran punto de inflexión de
estas: la mitad de la década de los 90. «En algún momento se llegó a
proponer que se hicieran cada dos años», explica. «Pero eso habría hecho que
siempre acudieran los mismos, por lo que se descartó». Así, tras las Olimpiadas
de Valencia este evento comienza a crecer sistemáticamente, pasando de
los poco más de 1 300 deportistas de entonces a los casi 2 500 de hoy.
El
deporte del Amorós de la década de los 90 no se puede entender sin el Atlético
de Madrid. Jesús recuerda que en el génesis del hoy colosal polideportivo está
el campo de fútbol que, tras un acuerdo con el club rojiblanco, se consiguió
instalar y que acabaría suponiendo un fuerte impulso para el Amorós, y es
capaz de citar a varios jugadores de este club que entrenaron en el Colegio.
Hoy en día, auténticas leyendas del Atleti como Koke —que recién ha alcanzado
los 400 partidos
con la zamarra roja y blanca— o Gabi, el gran capitán,
recuerdan sus comienzos como futbolistas en el colegio.
Jesús
vio en el Amorós cómo empezaron a aparecer distintas actividades, como el teatro
—gran pasión suya—, que se reforzó al mismo tiempo que se pusieron en marcha
actividades como el cinefórum, la cual recuerda con bastante cariño. Impulsó la Jornadas Culturales en el colegio; en ellas bailes como jotas, sevillanas o tangos convivían con espectáculos del teatro musical como siete novias para siete hermanos.
Jesús habla sin dudar de la importancia que tiene el rodearse de muchos otros
profesores, que opinan y se involucran en la vida diaria del Colegio.
La
clave del proyecto marianista para Jesús Fernández es, sin duda, la comunidad.
Es en ella donde se demuestra que el proyecto Marianista tiene futuro. Y, como
ella, el Amorós, «que tiene más futuro que nunca, aunque haya menos
religiosos», porque precisamente todos los estudiantes salen de él con esos
valores.
Tras
tantos años trabajando en los distintos Colegios Marianistas —ha dirigido
tres—, Jesús pasea por las Olimpiadas encontrándose a representantes de
todas las delegaciones —a los que saluda y con los que habla larga y
tendidamente—, tanto profesores como alumnos. «Son alumnas del Santa María del
Pilar [Colegio que dirigió hasta hace tres años]», explica sobre unas chicas
que lo saludan.
La
trayectoria de Jesús se puede reducir a una palabra: avanzar. La
esencia de su visión de entender la educación se puede relacionar con la visión
que tenía de esta Bauman, filósofo al que no duda en citar. En todos los Colegios
Marianistas en los que ha estado se lo debemos agradecer. El Amorós, el
primero.
Marcos
Payo