PASEOS CON QUINTÍN NORIEGA

I. Sobre lo verde. 

Apretamos el paso porque empezaba a llover y nos guarecimos en el techado que se adosa al ala norte del edificio de Primaria. Apoyados en el muro de la Biblioteca le dije, mirando al Polideportivo:
- Antes, desde aquí, sin ese edificio, se veía la sierra entera. Los años de nieve era un espectáculo. Parecía que se podía tocar.
- Ya no nieva nunca – dijo él, resignado – Así que casi mejor ver sólo lo que vemos. Mire, impresionante la pradera del campo de fútbol, ¿no le parece? – y señaló hacia el campo de hierba.
- ¿Qué pradera?
- La pradera,  la hierba…¡Aquello!
- ¿Hierba? ¡Plástico querrá usted decir, joven!
- ¡No exagere, hombre! – y siguió mirando a través de la lluvia mansa que caía sin viento, vertical.
- Ahí no es la primera vez que hay hierba  – le dije -  Y hierba de verdad, no poliéster.
- Antes había, claro, ya me acuerdo. Se secaba los veranos y ese sitio parecía una era – me contestó – Eso se acabó, afortunadamente.
Vimos subir gente del Polideportivo, corriendo contra la lluvia que apretaba y tapándose la cabeza con la chaqueta del chándal.
- Antes, joven, antes de todo esto – le dije.
- ¿Antes de qué?
- Antes del Polideportivo, de la piscina, del gimnasio…y de lo que sea todo aquello.
- ¿Pero de qué otra hierba me habla?  – preguntó molesto.
- Propiamente hierba, no; césped. Poa, raygrass…gramíneas, joven, gramíneas. Lo que es el césped… Tenga en cuenta que ahí entrenó el Atlético de Madrid.
-¡Qué me está usted diciendo!
- Lo que oye. La época en la que Luis Aragonés entrenaba al primer equipo. En los años 90. Pero se fueron enseguida y se quedó el Atlético Madrileño. ¡Ay!
Arreciaba la lluvia, tanto que apenas nos entendíamos con el golpeteo del agua en el techado de chapa. El tenía cara de incrédulo.
- Y antes aún también había césped, joven. No sé si entiende que hay siempre un antes de cualquier antes – le dije.
- Lo que no sé es si creerme lo del Atlético; me parece que usted me está tomando el pelo. Ande, cuénteme el cuento hasta el final.
- El final es este, amigo, lo de hoy, lo de ahora mismo. Tendría que contárselo hasta el principio, marcha atrás. Antes del Atlético hubo un campo de rugby, con sus porterías raras y sus balones  amelonados. Y también con césped.
-¿Rugby en Carabanchel Alto? ¡Ahora ya no me creo nada!
- Es su problema. Lo crea o no lo crea, yo le cuento lo que he visto. Y lo que he visto y le diré ahora le resultará aún menos creíble.
-Inténtelo – me dijo con media sonrisa burlona – Total, no nos podemos mover hasta que no escampe…Invente, invente usted.
Llovía fuerte por lo que tuve que levantar la voz.
- Había un campo de alfalfa y vacas pastando y enfrente una vaquería.
Me escuchó perfectamente a pesar del golpeteo casi ensordecedor  de la lluvia, porque se volvió hacia mí con los ojos desorbitados.
- ¿Entonces es verdad? – casi gritó.
- ¿Verdad, qué?
- ¡Lo que dicen de las vacas!
- Claro – le contesté ya muy apaciguado – pero eso es otra historia. 
Quintín Noriega









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