CAMINANDO ENTRE HISTORIAS: JORGE DE LA FUENTE
La historia del Colegio es la historia de todas las personas que lo han
formado. Algunos han pasado más de la mitad de su vida en este proyecto, y esta
sección pretende conseguir conocerlos de una manera más cercana. Nos proponemos
pasear con ellos durante un par de horas por el colegio para que nos cuenten
todo lo que han vivido a lo largo de este tiempo con respecto al Colegio.
Como alguien que ha pasado casi toda su vida apegado al proyecto
marianista, Jorge de la Fuente Madueño (Madrid, 1968) vive las Olimpiadas
Marianistas como un evento especial. El que fuera director de nuestro colegio
entre 2006 y 2011 vuelve en diciembre a unas Olimpiadas Marianistas en las que
compite su hijo, y ha querido recordar con nosotros cómo fue su paso por el Colegio Amorós y sus perspectivas
sobre el proyecto marianista.
Este madrileño, como tantos de nosotros, es uno de esos exalumnos marianistas a los que el proyecto
les ha cambiado la vida. No solo pasó todos sus años de estudiante en el
Colegio Santa María del Pilar, sino que, tras acabar la carrera, volvió
como profesor. De ahí pasó a la dirección de primaria del colegio. También se
encargó de la coordinación de la sección de baloncesto. Ahora vuelve a ser profesor. «En la familia
marianista solo me falta decir misa», bromea.
«Tras ser director de primaria en el Santa María del Pilar, se me ofreció
la oportunidad de ser director titular aquí, en el Amorós», cuenta un Jorge que puso por primera vez pie aquí en el año 2006. «Para
mí era un momento extremadamente duro, tras el fallecimiento de mi padre, pero
en el Amorós se me recibió con los brazos abiertos», explica. Incluso sin haber
aún llegado al Colegio, algunos profesores que lo conocían de algunas
Olimpiadas Marianistas acudieron a darle el pésame. «Me sentí arropado
desde el principio. Eso demuestra que el colegio es como una familia».
Precisamente en esa gran familia se esforzó por encajar desde el
principio. «Intenté en los primeros meses hablar con todos los trabajadores, no solo
con los profesores», explica, argumentando que «el colegio lo forman todos». «Gracias a ello, pude oír a mucha gente
con muchas ideas buenas, como la biblioteca», recuerda a la vez que señala el lugar
que hoy ocupa esta. «También se pusieron en marcha intercambios con
Francia, que, yo creo, fueron muy positivos para los alumnos».
La idea del Amorós como familia se repetirá varias veces a lo largo de
nuestra conversación con Jorge. Precisamente por ello se encuentra con el
corazón dividido en los partidos de las Olimpiadas en los que se enfrentan
Amorós y Santa María del Pilar. «Llevo las dos bufandas, para que se note»,
explica con cierta gracia.
La familia del Amorós, en su etapa como director, también sufrió momentos dolorosos. Recuerda que varios
antiguos profesores nos dejaron en aquel tiempo, pero el momento más duro lo
tiene claro: «Sin duda, el fallecimiento de Inma, la profesora de Educación
Física», explica justo al pasar por el paseo nombrado en honor de esta. Fueron
días muy tristes para el colegio, que aún hoy la recuerda con cariño y añoranza.
Este paseo desemboca en el polideportivo, cuya construcción vio
Jorge en casi todas sus fases. Este, que oficialmente quedó inaugurado con
las Olimpiadas de 2011, hoy permite presumir a nuestro colegio de unas
instalaciones deportivas superlativas.
Preguntado por la importancia de estas a la hora de dar clase, Jorge
explica que estas instalaciones de primer nivel «no son básicas, pero sí que
ayudan mucho». Su explicación es la de alguien que sabe: muchas de las clases
que ha dado Jorge han sido de Educación Física.
Precisamente por ello, el deporte ha sido un elemento clave en la vida de
Jorge; y este ha tenido uno de sus máximos exponentes para él en las Olimpiadas
Marianistas. Como alumno recuerda haber ido a muchas; algo que no ha dejado de
hacer en su etapa como profesor y como director. «Además, me gusta ir con la
expedición, aunque sea en el bus, desde el primer día».
A lo largo del paseo, Jorge no deja de encontrarse a compañeros del Santa
María del Pilar y a excompañeros del Amorós. Con todos habla, recordando sus nombres
y demostrando la cercanía que siempre lo ha caracterizado. Sin embargo, una
visita especial llega en un momento dado: es su hijo, que ya ha terminado su
partido y saluda a su padre. Como hiciera Jorge también, sus hijos han acudido
a un colegio marianista.
Si hay una palabra que puede definir perfectamente a Jorge, esa es la de educador. Pese a que han pasado
más de 10 años, recuerda aún a alumnos y situaciones concretas que se dieron en
el Amorós. «Como director en este colegio te das cuenta de auténticos problemas que
tiene la gente. Vienen al despacho personas con asuntos muy delicados que te hacen ver
las cosas de otra manera».
Haciendo memoria, Jorge recuerda la utilidad del aula verde, un proyecto que echó
andar hace en torno a una década y que hoy sigue ayudando a niños con
trastornos del espectro autista. Además, valora que el colegio haya podido mantener las clases
del primer ciclo de educación infantil; y recuerda también proyectos que en su
día fueron claves en el Colegio Amorós, como el aula de enlace.
De los alumnos ha aprendido, como tantos otros, «a escuchar». La docencia para él
lo ha sido todo. No se considera ni un profesor tradicional ni uno especialmente innovador, sino que matiza ambas
posiciones, valorando la utilidad de los nuevos recursos en las aulas, aunque
siempre dentro de unos límites. Pero, sin duda, lo que ensalza es el «conocer al alumno,
saber sus necesidades concretas, entender que no todos los niños de una
clase funcionan al mismo ritmo». Precisamente por eso a Jorge no le ha gustado
mucho nunca regañar.
Jorge de la educación no valora únicamente el rendimiento académico. «Si
miras los resultados del Amorós, ves que de sus aulas sale mucha gente que se
dedica a lo social, a ayudar a otras personas. Quizá en una apariencia superficial no
tengan tanto prestigio como otras profesiones, pero la realidad es que muchas
veces aportan incluso más». En eso encuentra él uno de los grandes aspectos que
marcan el espíritu del Amorós.
A Jorge siempre lo marcará un viejo proverbio africano que nunca, en sus
muchos años de docencia, ha olvidado: «Para educar a un niño hace falta toda
la tribu». Por ello tiene tanto valor el proyecto marianista de unión y
colaboración. Ningún sitio lo muestra mejor que estas Olimpiadas.