EMOCIONES
Vivir emociones. Una constante en mi vida personal y profesional que nació en Amorós. Amorós no te lleva a los lugares a los que quieres ir. Amorós ni siquiera te muestra el camino. Amorós te da las herramientas, los mapas, la brújula y mucho más. Cuando llegas al punto que buscabas gracias a todo lo que te dio Amorós logras vivir esas emociones.
Y es que quizá mis 13 años en Amorós, desde los 5 a los 18, fueron los de la Movida Madrileña, los de la Transición, pero también los del esfuerzo y la lucha constante de un barrio como Carabanchel Alto por encontrar su sitio en el Mundo. Algo que se fue ganando a base de esfuerzos compartidos, muchos ellos salidos de aquel portón grande de la antigua Calle Labradora y de la puerta verde de la Calle General Tabanera. Sí, ya sé que les cambiaron el nombre, pero esos eran nuestros referentes.
Cuarenta años después de aquellos dulces que en Carabanchel Alto no teníamos más remedio que mirar desde el escaparate de la pastelería, somos muchos los afortunados que los hemos probado. Con seis años me propuse ser periodista, diez años más tarde me propuse vivir unos Juegos Olímpicos, cuarenta años después disfruto de todo ello.
Viví el fútbol del campo grande embarrado en el que nos juntábamos nueve clases y nueve balones en cada recreo para buscar al más popular como dicen ahora, el que más goles marcaba.
Viví el atletismo obligado por aquella profesora gruñona que nunca se irá de mi mente ni de mi vida, Inmaculada Ruiz. Jugué al rugby, al baloncesto, al voleibol y al balonmano. Aprendí lo que es el esfuerzo. Esfuerzo por llegar a ser seleccionado para estar en una Olimpiada Marianista, lo máximo que te podía pasar para saber qué había más allá del barrio y saber dónde estaba realmente el barrio. Conocí el fracaso por no ser elegido y supe encontrar la manera de ver el hueco por el que colarme en la siguiente edición.
Ahora voy a estadios con calefacción, pabellones gigantescos donde hay aire acondicionado, viajo por todo el Mundo y sé lo que hay más allá de aquel deporte que Amorós me enseñó. Tras varios Mundiales de Fútbol, de Atletismo, Juegos Olímpicos, Eurocopas, Eurobasket, finales de Copa Davis… me emociono más al recordar aquella carrera de 400 metros que gané en Mieres durante la Olimpiada de Pola de Lena en 1986 o por aquel gol que marqué bajó el diluvio universal en el campo grande que al escuchar en directo el himno español tras un nuevo éxito de los nuestros.
Quizá por eso, mucho tiempo después, he llegado a correr la Maratón de Nueva York en busca de aquellas emociones. Quizá por eso, cada vez que Amorós me llama ahí estoy. Quizá por eso quiera vivir ahora emociones devolviendo todo lo que Amorós me dio ayudando a que siga siendo un lugar emocionante en el que crecer.
Diciembre 2018.
Manu Martín
Alumno de 1975 a 1988. Participante en 7 Olimpiadas Marianistas.
Periodista Deportivo
Corresponsal de ESPN en Europa










