Los libros, los alumnos, el profesor. Despejemos la incógnita
Decía Séneca que
“aprendemos para la vida y no para la
escuela” pero los niños que fuimos conforman el negativo de los adultos que
somos.
Para el escritor Manuel
Vilas “la literatura nos permite
guardar con palabras lo que fuimos”.
Los libros nos enseñan a pensar y el pensamiento construye
seres libres. Pero, además, leer es una de las mejores formas de comunicación
con uno mismo, una manera de conocerse y de conocer a los demás.
¿Vamos
bien, Pedro?
Muy bien. En esos textos, aparecen palabras hermosas:
“aprender”, “vida”, “escuela”, “literatura”, “lo que fuimos (memoria)”,
libros”, “pensar”, “libres”.
Todo ello está recogido de forma magistral en estas
palabras de don Emilio Lledó: “De mis libros, de las bibliotecas que he
frecuentado, aprendí el diálogo y la libertad de pensar. Durante siglos, fueron
los libros, los vencedores del carácter efímero de la vida. Por eso también
fueron tachados, prohibidos, quemados, por los profesionales de la ignorancia y
de la mentira. Pero siguen vivos, tienen que seguir vivos, conservando la
memoria y liberando y fomentando la inteligencia”.
Hay quien descubre la literatura y hay quien te enseña a
amarla. Pedro Rodríguez, Pedro, mi
profesor de Lengua y Literatura, pertenece al segundo grupo.
Esta frase de Florencia
Carolina Gómez Popowicz fue cincelada
a su imagen y semejanza: “La docencia,
como profesión y como pasión, es una disciplina que se debe abordar con respeto
y dedicación, demandando un gran compromiso por parte del apasionado. Este
compromiso será el contrato tácito establecido por el docente hacia su rol de comunicador, transmisor y precursor de la
curiosidad del estudiante”.
¿Cuándo
firmaste tú ese contrato tácito?
Desde el primer día que empecé a dar clase en Cádiz, 1969,
a niños de 9 años. Desde entonces mi compromiso con ellos ha sido, como dice Ángel Gabilondo:” Querer a los alumnos, hablar bien de ellos, esperar algo de ellos”.
Un segundo compromiso ha sido fomentar la buena educación en el aula y fuera de
ella, es decir, mostrar una buena conducta cívica, porque esta garantiza una
buena comunicación y un mundo más amable.
Los educadores son, sin duda, la base de una sociedad más
desarrollada y productiva, son ellos los llamados a crear y diseñar las
estrategias que forman los verdaderos líderes y quienes deben despertar el
interés de los jóvenes por la ciencia y humanidades.
Pedro,
¿estás de acuerdo con la enorme responsabilidad que la sociedad demanda de los
docentes?
Sí, porque (son palabras de don Emilio Lledó) “El
ejercicio profesional de la educación es uno de los trabajos social y humanamente
más importantes y gratificadores. Por eso mismo, “el profesor tiene que tener amor a lo que enseña y a los que enseña”.
Tiene que tener verdadera vocación. Y si
la sociedad demanda “esa enorme responsabilidad” a los docentes, lo mínimo que debería hacer esa sociedad es respetar y
valorar su trabajo. Porque, ¿qué vamos a esperar de una sociedad que desprecia
a sus maestros y científicos?
¿El
amor a los libros viene con el ADN o es un hábito que hay que cultivar?
Creo que el amor a los libros es un hábito. Te lo voy a
razonar con unos ejemplos. De niño, en mi casa del pueblo, yo veía leer a mi
padre el periódico y novelas del oeste y a mis hermanos mayores “El capitán Trueno”, “Roberto Alcázar y
Pedrín”. A los 11 años en el internado, los marianistas, todas las
tardes, nos programaban dos horas de estudio y de lectura personal. A los 15 años en Segovia, don Manuel Campo,
marianista extraordinario, me dio clase de Literatura. De esas clases de
Literatura solo recuerdo que nos leía con una entonación maravillosa los “Romances
heroicos” del Duque de Rivas y
de José Zorrilla. Pilar, mi mujer, profesora de primaria, consiguió
convencer a un niño, que aborrecía la lectura, para que al final del curso
terminara leyendo un librito. ¿Cómo? Mi hijo Jaime de pequeño se leía y se
aprendía de memoria lo que venía detrás de los cromos de fútbol y baloncesto.
Pilar propuso al niño que durante la hora de lectura personal trajera los
cromos, que los mirara y que leyera lo que venía detrás. Acabó leyendo un
libro.
En febrero de 1993, un artículo de Rosa Montero titulado “Leer” señalaba que “Solo lee a diario un
18% de la población, mientras que todos los días se aceporran con la televisión
el 84%. Y casi la mitad de los españoles mayores de 18% jamás leen en casa”.
¡Cuántas vidas se están perdiendo! ¿Verdad, Pedro?
Creo que sí. Umberto Eco comentaba que “El que no lee, a los 70 años, habrá vivido solo una vida. Quien lee
habrá vivido 5000 años. La lectura es una inmortalidad hacia atrás”.
Sigue
el artículo de Rosa Montero así: “Me pregunto sinceramente cómo se las arreglan
para sobrevivir: sin los libros, la existencia se me antoja mucho más gris y
más mezquina, (…) Todos tenemos un libro que nos espera, de la misma manera que
a todos nos aguarda un amor en algún sitio: la cosa es descubrirlo”
¿Cuántas
almas has recuperado durante tus años como docente?
No sé. Me parece que ninguna. Bueno, sí. Quizá una de la
que después diré algo. Efectivamente, durante los 37 años de profesor de Lengua
y Literatura mi objetivo ha sido trasmitir a mis alumnos la pasión por los
libros, por la lectura, es decir, por la literatura.
Y ¿cuales han sido “los cebos” más infalibles?
Considero que no hay “cebos infalibles”. Ya señala el
artículo citado “que todos tenemos un
libro que nos espera”. Puede haber estrategias. Por ejemplo: empezar
a leer en voz alta un texto de la novela a los alumnos e interrumpir su lectura en lo
más interesante. Llevar las novelas a clase y presentar la portada mientras
comentamos los temas o la presencia de
algún personaje interesante.
No obstante, me gustaría nombrar algunos libros que me han
acompañado a lo largo de los años y que han sido mis consejeros: “Juan de Mairena”, de don Antonio Machado;
por ser un manifiesto de sensatez e inteligencia política y pedagógica, de
libertad y pasión por su país. “El largo camino hacia la libertad”,
de Nelson Mandela; por lo que significa estar 27 años encarcelado y porque
representa el triunfo de la dignidad y la esperanza sobre la desesperación y el
odio. “Mal de escuela”, de Daniel Pennac; profesor y pedagogo francés
que de niño y adolescente fue un zoquete. Nos cuenta que gracias a tres
profesores dijo adiós a su zoquetería. “Cancionero
Serrat”: ”porque esas canciones despiertan en nosotros el eco de lo que
sabemos que somos y también el de lo que podíamos ser o haber sido”.
Los
tiempos cambian y con él la sociedad, la ética, los valores… ¿Esos libros,
llegarían con igual fuerza al lector actual, al alumnado actual?
Pues no lo sé. Esos libros que he comentado muy brevemente
defienden unos valores que son eternos. A mí me han ayudado a ser mejor
persona.
He
leído en tus labios, durante una conversación que mantuviste en El Mundo con
otro profesor, Francisco Serrano, que escuchaste a Cayo Lara decir: “Cuando un
viejo muere, muere una enciclopedia”. Es un proverbio africano.
El tema de la conversación era “que las aulas envejecen”. Además
tratamos sobre lo que aportan los jóvenes y los mayores. Él, 27 años con plaza en un colegio público, comentaba que la edad
media de la plantilla ronda los 45, incluso se acerca a los 50. Yo, entonces
68, comentaba que en mi Colegio Amorós
de Carabanchel, el profesorado estaba formado por jóvenes, menos jóvenes y
maduros. Él señaló que la juventud se asocia con tener más ganas, más ilusión,
con estar más puestos en las nuevas tecnologías. Yo le contesté que es verdad
que la juventud aporta cosas muy buenas, pero también la experiencia es
fundamental. Él, al debate, fue sin ningún papel, yo llevé a “Juan de Mairena”,
textos del Quijote, algunos poemas y
textos de José Antonio Marina. Cuando
ya nos íbamos me dijo: “se nota que tú tienes experiencia, has venido
con papeles”.
Dicen
que somos lo que comemos, lo que escuchamos… ¿Somos lo que leemos?
Puede que algo sí. Miguel Delibes en el discurso del Premio
Cervantes decía: “Mis personajes me han
sorbido la vida poco a poco”. Yo no he llegado a tanto; sin embargo he admirado a algunos personajes: “El
ciego” del Lazarillo. Representa a todos los que entonces, y ahora, nos
abren los ojos. El ciego nada más conocer a Lázaro, le estampó el cráneo contra
un torito de piedra. Lázaro reaccionó así:”Y
fue así, que, después de Dios, este
me dio la vida y, siendo ciego, me alumbró y adiestró en la
carrera de vivir”. “El capitán Blay”, de “El embrujo de
Shanghai”, de Juan Marsé.
Perdió una guerra, pero siguió luchando por los ideales, el inconformismo y la
necesidad de seguir rebelándose. “Azarías”, de “Los santos inocentes”,
de Miguel Delibes: es inocente, es
viejo, es pobre, ignorante, tiene perturbación psíquica, pero tiene primarios sentimientos humanos como el miedo y
la ternura con su “milana bonita” y su sobrina la “Niña Chica”. “Pedrón”,
de “La Funeraria”, de Juan Luis
Cano. Es el anciano vecino que, con su rutina, asistía puntualmente cada
mañana a ocupar su sillita en la Funeraria. Personaje entrañable que desde su
sillita ve pasar la vida mientras
observa y espera la muerte con gran serenidad. “María, la madre coraje”, de
“Peligro de derrumbe”, de Pedro Simón.
Personaje que pasa de vivir muy bien, gracias a la burbuja inmobiliaria, a
perderlo todo; además ella solita tiene que sacar adelante a su hijo, David,
con enfermedad neurológica. Luchará hasta no poder más.
Sócrates,
Platón, Aristóteles…todos los grandes maestros pasaron su testigo a sus
discípulos… Los tuyos no se pueden contar solamente con los dedos de una mano.
De entrada, Nuria,
yo no soy maestro de nada. Solamente he sido un profesor apasionado por la
literatura. He tenido la suerte de tener, a lo largo de todos estos años,
alumnos maravillosos. Es verdad que ahora tengo bastante relación con alumnos
de todas las profesiones; pero también es verdad, que con los que más contacto
tengo son aquellos que se han dedicado o se relacionan con la creación
literaria. Ellos han llevado a la
práctica ese verso de Walt Whitman
que dice: ”Tú puedes aportar una estrofa”, es
decir, tú puedes crear mundos imaginarios. Así tenemos novelistas: Juan Luis Cano: “Hincaíto”, “La
funeraria”; Pedro Simón: “Peligro de
derrumbe”; Pedro J. Domínguez:
“Caraculo” (“ La increíble historia de un hombre en crisis); Enrique Gómez Medina: “Primer verano en
Piedras Verdes”; Lola Illamel:
“Donde no me esperas”; Miguel Ángel
Yusta: “Cuando llegue el frío”. Poetas: José Luis Escudero Moráis: “Bancos de Niebla”, “Sombras y jardines”,
“Como nunca ha llovido”, ”Hombres en la viga”; Alberto Guerra Obispo: “Poeta decadente” (Un lustro de poesía,
2012-2017); Miguel Ángel Yusta: “La
mirada errante”. Ensayo: Ángel
María Herrera: “La aventura de emprender”.
Los
pilotos suman horas de vuelo; los músico, kilómetros en la carretera y, ¿los
profesores?
Horas y horas de silla, mesa y flexo preparando,
corrigiendo, leyendo…
Y en
todo este tiempo si haces memoria, te vendrán recuerdos y anécdotas que
expanden el alma.
En 1979 había ido a León a ver la Semana Santa.
Paralelamente a las procesiones religiosas se hacía otra procesión laica donde
se celebraba “El entierro de Genarín”. Durante la procesión se comía queso, se
bebía orujo y se recitaban poemas en honor del ilustre personaje. A la vuelta
de las vacaciones de Semana Santa, cuando comenzamos las clases, conté la
historia a mis alumnos del Nocturno de Literatura de COU. La historia les gustó
tanto que instauramos los “Viernes de Genarín”. Estos consistían en que después de la última clase
del viernes, nos reuníamos en mi Tutoría y allí Vicente y algún otro alumno
recitaban poemas que habían escrito a ese ilustre leonés. Después en honor a
Genarín, comíamos un trocito de queso y bebíamos unas gotas de orujo.
Esta historia es del 2009.
A David le di clase de Lengua y Literatura en 1º de Bachillerato. Era un
desastre como estudiante y no le gustaba nada leer. Aprobó el curso. Dos años
después le volví a ver. Estaba aprendiendo fontanería. Me sorprendió porque me
dijo que le recomendara un libro. El primer título que me vino a la cabeza fue “Los pilares de la tierra” (1358 páginas
en libro de bolsillo). Pasó un año y nos volvimos a ver. Me contó que fue a una
librería, que pidió el libro y que cuando lo vio casi se desmaya. Una joven
dependienta le dijo que era muy interesante y bonitas las historias. Lo compró
y lo leyó. Le encantó. De nuevo me pidió
el título de otra novela. Le contesté: Lee “La
sombra del viento”, de Carlos Ruiz Zafón. No nos hemos vuelto a ver.
Tus
clases nunca eran iguales… ¿cuando maquinabas el guion? ¿Cada noche, antes de
ir a dormir?
De lunes a viernes dedicaba a la preparación de las clases,
más o menos, de 6 de la tarde a 9 de la noche. Los domingos por la tarde, a
partir de las 8, programaba la semana y las clases del lunes.
Una experiencia interesante es la siguiente. En 1981, ya
dando clase de Literatura de COU en el Diurno, los viernes les leía libros que
habían sido publicados recientemente como
“Crónica de una muerte anunciada”, “El misterio de la
cripta embrujada” y “Los santos inocentes” (Tengo que decir que cuando
mi voz no daba más de sí, me sustituían en la lectura Paco Espigares y Luis
Amigo) . Muchos años después, en 1996, Julio Cermeño me escribió una carta en
donde me mandaba un cuento que le habían premiado. En la parte de arriba del
cuento, a mano, recordaba esas lecturas en voz alta y acaba diciendo “Fueron
las mejores clases de literatura: la única pretensión eran vivirlas”.
El
amor por los libros une… y lo que no unieron las clases lo ensambló la
literatura.
En efecto. Tengo que mencionar a Epi (José Antonio Gómez Granero) y su labor
cultural en Carabanchel con su Librería
“EL TROTAJUEVES”. Librería asociativa en Carabanchel en donde se recita “Poesía
a este lado del río”, se presentan libros y exposiciones, se hacen tertulias de
viajes, diversos talleres. A Ángel Palomino y esos ensayos generales de ópera. A
Miguel del Arco, director, autor y actor de teatro y a Miguel Mena, periodista
y novelista. También a David Cebrián, lector empedernido, que siempre está
rodeado de libros. A Isabel Casas y el “Taller de poesía” en la Fundación José
Hierro y “El encuentro poético de la colectiva NIHIL NOVUM” en LA FIDULA.
Estuvo genial.
Pedro,
¿me regalas un epílogo para esta conversación?
Gracias a todos los alumnos porque, como dice Juan de
Mairena: “Es el niño, quien en parte, hace al maestro”. He
aprendido y sigo aprendiendo mucho de
todos vosotros.
El día 27 pisaréis los mismos pasillos de entonces,
entraréis en las clases donde pasasteis tantas horas. Recordad estas palabra
que Luis García Montero dedicó a sus alumnos de Filología en la ceremonia de graduación: ”Las huellas que dejasteis aquí, en mi
memoria y en estos pasillos, es el testimonio de unos años importantes en
vuestra vida. Espero que os acompañen siempre de forma fecunda. Sois el sentido
de nuestro trabajo, la razón de nuestras vocaciones, lo que convierte en algo
más que en una rutina gris el ver pasar las nubes, los días, los cursos y las
promociones”.
Nuria Serena,
periodista, Antigua alumna de COU del Colegio Amorós.
Pedro
Rodríguez, profesor de Literatura del Colegio Amorós, Jubilado