CUENTA MI CAMINO EN EL COLEGIO AMORÓS


Una mañana de septiembre de 1999, una niña llegaba al colegio Amorós de la mano de sus abuelos. Tímida, se escondió detrás de las piernas de su abuelo cuando sonó el timbre de entrada, mientras su abuela intentaba convencerla de que el primer día de cole era muy especial. Nadie conseguía que la pequeña cambiara de idea, hasta que apareció en la puerta una mujer joven, muy sonriente y con la mirada llena de ilusión. Se llamaba Arantxa, y bastaron unas palabras suyas para hacer entrar en razón a la niña: “También es mi primer día, en el cole y como profe. Estoy nerviosa, pero si me ayudas seguro que a las dos nos acaba gustando esto de venir a clase.” 

Pasaban los años, la niña crecía y el colegio cambiaba. Esos columpios de hierro de la zona de infantil donde conoció a su mejor amiga Marta, fueron cambiados por unos con los que no te hacías chichones si te dabas con ellos. La zona de árboles y arena al lado del campo de fútbol donde jugaban en los recreos, se transformó en un parking. Y en el antiguo campo, donde su abuelo mil veces le contó que entrenaba el Atleti, se construyó un polideportivo, dejando atrás el viejo gimnasio, donde tantas veces su profe Raúl le animaba a apuntarse a algún deporte.

Cuando pasó al pabellón de los mayores, no quedaba ni rastro de la timidez de la niña, pues se apuntaba a cualquier actividad que se organizara: dormir en el cole con el grupo de “Senda”, los Charity Shows, el Chaminando¡Cuánta razón tenía su profe de infantil! Si su paso por primaria fue estupendo, sus años en el palacete fueron aún mejores. 

Sus amigos y ella empezaron a vivir experiencias como los intercambios con Francia, viaje que les hizo desear con más ganas todavía que llegara 1º de bachillerato para disfrutar del viaje a Italia. Y por fin, llegó. Para la generación de esta niña el viaje iba a resultar ligeramente diferente, pues iban a ser el primer y único curso que fuera a Italia… ¡en barco! A pesar de algunos mareos y del retraso debido al temporal, la experiencia del barco fue fantástica y gracias a la implicación de sus profes Irene, Bea, Carlos y Antonio, el viaje fue inolvidable.

Al año siguiente, los viajes dejaron paso al estrés de selectividad y a los nervios que ninguna charla, de las muchas que les daban sus profesores, lograba calmar. Y entre tanto, la preparación de la graduación, en la que todo el curso quería participar. Querían hacer tantas cosas que la directora, Pilar, tuvo que frenarles un poco. Aun así, organizaron un acto que parecía más una obra teatral que una graduación. Ese fue el mejor broche final que podía imaginar para terminar su etapa en el colegio Amorós


Esa niña era yo, y esta es mi historia. No puedo decir que es mi historia en el colegio Amorós, como si fuera un simple complemento.  Pues el cole, mi cole, forma parte de mí

En el Amorós encontré a mi grupo de amigas, con las que 5 años después de salir de esas aulas sigo recordando mil anécdotas que vivimos juntas
En el cole se cruzaron en mi camino profesoras como Marina, que dio un giro a mi futuro profesional y es la razón por la cual estudié Física;  Carmen Valcárcel, que me convirtió en una de las pocas físicas a las que le gusta la química y que tanto se implicó en nuestra graduación; Carmen Calderón, que con su energía nos hacía más llevadera la “hora cero” y que hizo de mis 18 años un día un poquito más especial; Carmen González, con la que he compartido tantas charlas de adolescente…Y muchos otros profesores/as que incluso 5 años después de mi salida por las puertas de Joaquín Turina, me han seguido la pista y por los que me sentí tan arropada en mi graduación en la Universidad. Porque el Amorós es mucho más que sus aulas, es su gente: los compañeros con los que vives mil experiencias, los profesores que te educan más allá de sus asignaturas, todo el personal que trabaja en el cole y lo mantiene para que podamos presumir de “ser del Amorós”

Si pienso en mi niñez y mi adolescencia, pienso en el Amorós. Después de pasar la mayor parte de mi vida en esas aulas, 15 años nada menos, lo único que deseo es que mi hermano disfrute tanto como yo de su paso por el cole y guarde tan buenos recuerdos como los míos, porque cuando pasan unos años y echas la vista atrás, te das cuenta de que una parte de ti se quedó en ese pupitre. Añoras caminar por esos pasillos, en los que tantas veces te riñeron los profes por estar fuera de clase durante los intercambios, aunque sabes que siempre tienes sus puertas abiertas. Y cuando vuelves de visita te envuelve una sensación de nostalgia y orgullo al pensar que sí, tú, has formado parte del Amorós.


Alba Sánchez de Felipe, 
antigua alumna del Colegio Amorós 


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