CAMINANDO ENTRE HISTORIAS: JOSÉ JAVIER SUÁREZ
La historia del Colegio es la historia de todas las
personas que lo han formado. Algunos han pasado más de la mitad de su vida en
este proyecto, y esta sección pretende conseguir conocerlos de una manera más
cercana. Nos proponemos pasear con ellos durante un par de horas por el colegio
para que nos cuenten todo lo que han vivido a lo largo de este tiempo con
respecto al Colegio y con respecto a sí mismos.
Con José Javier Suárez (Madrid, 1977) emprendemos hoy un camino
diferente. Como siempre hacemos en esta sección, vamos a hablar de historias de
los setenta y cinco años de nuestro colegio, pero hoy también vamos a hablar de
futuro. Es inevitable hacerlo: José
Suárez es el director titular del
Colegio Amorós.
Tal y como iremos viendo a lo largo de nuestro paseo, los
recuerdos de José en nuestro colegio lo son desde una serie de perspectivas distintas. Al fin y al
cabo, José es director ahora mismo;
pero también ha sido profesor y alumno en nuestro centro. Como tantos
otros Carabancheleros, José vino al Amorós, donde se formó durante más de quince años bajo la mirada de quienes
acabarían siendo sus compañeros de trabajo. «Yo misma le di clase» cuenta Mª Carmen Valcárcel, actualmente
tutora de segundo de Bachillerato.
Los recuerdos de José sitúan
al Colegio como un punto de reunión del barrio. La piscina, en ese sentido,
era clave. «Hoy en día, intentamos seguir manteniendo ese espíritu, por
ejemplo, en el deporte, pues a nuestros
equipos pueden incorporarse deportistas de fuera del Colegio». José
reconoce, no obstante, que la sociedad ha cambiado, y que el Colegio ya no es
tan fundamental en ese sentido. Antes el barrio no tenía casi dotaciones,
mientras que ahora existen varios centros culturales y las urbanizaciones
cuentan generalmente con piscinas. «Para
nosotros, en nuestra época, la única alternativa era salir al centro»,
explica.
La vida de nuestro director ha estado ligada al colegio
durante toda su vida salvo por un pequeño hiato. Tras acabar los estudios
universitarios, José colaboró con Special
Olympics, una asociación que fomenta
la integración a través del deporte. «Había empezado a involucrarme durante
la carrera» explica. Su colaboración con esta asociación se extiende por más de
un lustro. «¿Qué por qué lo dejé? Era estupendo y me gustaba, pero implicaba
pasar mucho tiempo fuera de casa».
Los viajes a José le llevaron por todo el mundo: «Llegamos a ir a Alaska»,
ejemplifica. «Llego un momento en el volver me permitió empezar un proyecto de familia».
José, con su licenciatura, comienza a buscar trabajo en
Madrid. «Me tocó ponerme a echar currículums por aquí, y tuve la suerte de que
me llamaron desde el Santa Ana y San
Rafael». Cuando ya tenía todo preparado para empezar a dar clase allí,
Javier Poncela le llamó para que viniera al Amorós. «Gracias a la cooperación entre Colegios Marianistas
se pudo hacer sin problemas». El agradecimiento de José a Javier Poncela en distintos aspectos aparece varias veces a lo
largo de nuestra conversación.
En el Colegio Amorós José comienza a desempeñar su labor como profesor. Esta etapa José la
tiene muy presente todavía, y sigue conociéndose
los nombres de muchos de los alumnos, incluso ahora que no tiene tiempo
para dar clase: «Está siendo un curso
particularmente cansado por el adelanto de los exámenes septiembre a junio
y, sobre todo, por los eventos del 75 Aniversario». Sin embargo, en la forma de
ser de José se nota que disfruta cada
momento, pese a la carga de trabajo que conlleva.
Con el paso de los años, José va asumiendo nuevos cargos y nuevos retos. Primero
será coordinador de deportes; y,
poco después, director de Primaria.
Delante del que fuera su despacho, hoy ocupado por Cristina, nos cuenta: «La
verdad es que este despacho es magnífico, pues desde aquí se puede ver todo sin problema». Cristina lo confirma mientras
señala el amplio ventanal del que dispone.
Algo en lo que José insiste tanto de su etapa como director
de Primaria como de director Titular es en su relación natural con el resto de los profesores. «Nunca he tenido
problemas con los compañeros», explica. Su estilo cercano se ve en el trato con
muchos de ellos, a los que considera sus amigos. «Cómo no va a ser [Óscar]
amigo, si le ayudé en la mudanza de su
casa», nos cuenta cuando Óscar nos enseña el AmorósLab. Tampoco con los
alumnos es una persona distinta. Cuando le preguntamos cómo cambió su relación
con los chicos al pasar de ser un profe
a ser el director, este nos responde: «Yo soy como soy. No he pretendido imponer nunca miedo a nadie».
Esa ha sido la línea del director durante su cargo. Gracias
a ella, nos cuenta, «se han podido llevar a cabo buenas ideas para el colegio». La del huerto, por ejemplo, se la atribuye a Fidel. «Un día hablando con
él me dijo que estaría bien un huerto de
este estilo. Vimos lo que necesitábamos y se hizo». Actualmente, el huerto se usa como parte de varias
asignaturas, en las que, por ejemplo, se ve el crecimiento de las diferentes
hortalizas plantadas. Está en el aire la idea de ampliarlo todavía más. «Espacio
no nos falta», dice.
Ciertamente, José es una persona extremadamente atenta en todos los aspectos, tanto
personales como profesionales. Conoce, gajes del oficio, al dedillo la
situación de cada parte del colegio. Pone en valor la construcción del impresionante campo de fútbol de hierba
inaugurado por Vicente del Bosque de cara a las Olimpiadas Marianistas que
tuvieron lugar en nuestro Colegio el pasado diciembre. «No fue tanto por el
dinero que costó, que también, sino por la
cantidad de permisos y licencias que hubo que pedir a las administraciones
públicas». A fin de cuentas, parte de la finca en la que se sitúa el Amorós
goza de una protección especial.
En efecto, para José el deporte es algo especial. Como
deportista fue a muchísimas Olimpiadas. «Y
sigo yendo», explica a la vez que nos encontramos a otro habitual de estas
competiciones: Amor. Se congratula de que en el colegio tenga unas
instalaciones «mejores incluso que las
de cualquier colegio privado», explica. La guinda, el campo de fútbol, se
suma a las pistas de voleibol, baloncesto y fútbol sala de las que el colegio
hoy en día presume. Es más, paseando por la línea del tiempo recordamos cuando
ni siquiera el campo de tierra existía y estaba lleno de árboles. Hoy en día,
José aprovecha el polideportivo para hacer deporte en su tiempo libre.
José explica que dentro del Proyecto Marianista está la ayuda al necesitado. A lo largo de
nuestra conversación esto se verá reflejado principalmente en dos momentos.
Cuando José reflexiona sobre cómo la crisis influyó en el Colegio, no duda en
explicar que en el Amorós «nunca nadie
se ha quedado sin estudiar por no poder pagarlo». De diversas formas, el
colegio ha ayudado a varias familias en situaciones complicadas en este
sentido. Esta forma de ayuda se complementa con la del Proyecto Ayuda, que José
recuerda «ya de cuando era estudiante».
Este curso el Proyecto Ayuda ha cumplido 40 años.
La vida de José en el Colegio Amorós se sitúa en varios
planos personales de su vida. Más allá del componente laboral, José nos cuenta
que en tercero de BUP tuvo «un flechazo» con la que se acabaría convirtiendo en su mujer. Sus dos hijas, a las que nos encontramos en el AmorósLAB, son actualmente
alumnas del Colegio, faltaría más.
De su etapa como director de Primaria, José valora el cambio
que tuvo lugar. Hoy los pabellones de primaria son más luminosos y abiertos. «Lo primero que hicimos fue quitar la doble
puerta», explica. Con ciertos márgenes, los niños pueden caminar por los
pabellones o emplear los ordenadores con libertad para cumplir sus proyectos.
Ciertamente, los pasillos de Primaria son un continuo ir y venir de gente.
Esto tiene sus raíces en las formas más modernas de concebir
la educación que el Colegio Amorós defiende. Enmarcado dentro del programa
bilingüe, José cuenta que en un momento dado se decidió que parte del contenido
que se diera en la lengua de Shakespeare perteneciese a las Arts, «aprovechando el auténtico talento de los jóvenes del Colegio». «Y los resultados han sido extremadamente
positivos», resume satisfecho.
Sin embargo, no es el bilingüismo la única prueba del avance
del colegio. En un momento dado de nuestro paseo, nos encontramos con unos
chicos entre las hierbas que rodean el
estanque del Palacete de ESO y Bachillerato. Por su nombre, José les pide
que salgan de ahí, puesto que no puede estarse ahí. Los chicos responden: «Es
que estamos haciendo un trabajo». Así son, en suma, los nuevos métodos de
enseñanza.
El salto renovador hacia la ESO es firme pero calmado. Las
orlas, que buscamos inútilmente para encontrar recuerdos de nuestro director en
su época de alumno, se han sustituido
por multitud de carteles y proyectos de diversa índole dentro del palacete.
«Quedan mucho mejor», nos dice entre risas. Las pruebas de su paso por el
Colegio nos las muestra en su despacho, pues nos enseña «cómo era el Educamos de antes». Multitud de hojas con fotos de carné pegadas en ellas
con el nombre del alumno escrito debajo. José encuentra la suya, pues no ha cambiado tanto.
A la vez, Infantil sigue creciendo. A la ya no tan reciente
incorporación de la etapa de preinfantil se le va a añadir la construcción del nuevo pabellón para esta etapa y la
reforma de diversos elementos del pabellón actual. «Es
clave para los niños que se pueda acceder al parque de manera más directa desde
el pabellón», cuenta José. Está previsto que las obras acaben en septiembre
de este año, a tiempo para el próximo curso lectivo.
Uno de los propósitos de José como director es que no quede ni un espacio libre en el Colegio sin usar.
Son muchas las obras que han tenido lugar con él en el puesto de director (la
más reciente, la inauguración del jardín literario hace apenas tres semanas). Una
de las más importantes es, sin duda, el AmorósLAB, un proyecto en el que se
junta la enseñanza con la tecnología y que sitúa al Colegio como un auténtico
referente en innovación educativa. Dentro de este destacan la impresora 3D, el croma y el recientemente
inaugurado estudio de radio, que nos permitimos el lujo de probar.
Nuestro paseo acaba con José enseñándonos la cuarta torre
del palacete, siempre cerrada. Desde lo alto hay unas vistas espectaculares:
todo Madrid aparece desplegado ante la Torre, cuyas ventanas se convierten en
un mirador privilegiado. José ya tiene ideas para ella: «quizá un taller de fotografía, abrirlo al público en el futuro».
Con José se habla siempre de las posibilidades de futuro. Porque esa es la
palabra que resume lo que José es para el nuestro Cole: puro futuro.
Marcos Payo.
Antiguo alumno Colegio Amorós.