75 AÑOS DE PRESENCIA MARIANISTA EN CARABANCHEL CUENTAN

75 años cuentan. Quizás es el tiempo necesario y suficiente para que un colectivo cree un acento propio, una forma específica y característica de hablar el idioma común. Si entendemos por acento la pronunciación especial de una lengua, característica del habla de una determinada zona geográfica o de una persona concreta que nos permite identificar fácilmente su lugar de procedencia, es fácil concluir que al menos en Amorós las cosas han sido así. Siendo un colegio marianista tiene una forma propia de serlo. Estén donde estén, trabajen donde trabajen, ocupen el lugar que ocupen en la sociedad es fácil identificar a todo aquel que se ha formado en sus aulas y se siente miembro de su gran familia.

Colegio Amorós años 70
Conocí nuestro colegio en 1963, cuando había dejado de ser la escuelita ubicada en lo que fueron las caballerizas del palacete de Godoy –de esa etapa germinal solo queda el azulejo de la Virgen del Pilar hoy situado en un monolito en la entrada del pabellón de infantil- y se había convertido en el colegio Hermanos Amorós gracia a la generosidad de unos padres huérfanos que decidieron crear una fundación en memoria de unos hijos temprana y trágicamente desaparecidos.
Bajo relieve de Salvador y José Luis Amorós situado en pabellón de infantil
La construcción, elemental y sin pretensiones, ubicada en un barrio obrero, formado mayoritariamente por familias procedentes del mundo agrario, probablemente influyó en la gestación del acento de Amorós. Desde sus comienzos la sencillez, la cercanía, la llaneza, la familiaridad, forman parte de sus genes.
Estuve lejos del colegio una veintena de años. Cuando volví me encontré con un centro que había pegado un estirón.
El pabellón austero y luminoso de EGB y la ocupación pacífica del espacio dejado libre por la comunidad marianista en el edificio histórico había permitido crecer al centro, pero, fieles a sus raíces, no había hecho a sus gentes arrogantes ni prepotentes. La inevitable crisis de crecimiento, coincidente con el final del periodo oscuro de nuestro país, aparejó la asimilación de una sana conciencia crítica, y de un compromiso social y solidario, vivido inicialmente con una cierta rebeldía adolescéntica, pero que vinieron para quedarse configurando para siempre el acento de sus gentes.

Probablemente el hecho de que el colegio esté emplazado en un espacioso jardín a los que se abren los generosos ventanales de los edificaciones y en los que hay pistas donde practicar el deporte ha potenciado otros dos rasgos de la gente de Amorós: el sentido ecológico y la deportividad. Amar, cuidar, defender, proteger la vida y la corrección y limpieza a la hora de encajar los goles que nos marca la existencia son también rasgos propios de las gentes de Amorós.

Poco a poco y en fidelidad creativa con su pasado, la familia marianista de Amorós ha ido creando un acento característico e inconfundible, un sentimiento de familia, una forma propia de vivir la subcultura marianista. Es sencillamente una forma de ser y de estar en el mundo de la que nos sentimos orgullosos. 
Antonio González Paz, SM
Religioso Marianista
y profesor del Colegio Amorós














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